Sobre las presentaciones de mis libros y la fortuna de sentirme acompañado.

21.10.2024

Allá por junio de dos mil diez inicié en Morata de Tajuña, España, el camino de presentaciones de mis novelas y a partir de ese momento viví intensas emociones en cada una de las que llevé a cabo. Presentar en público cada uno de mis libros me ofreció la posibilidad de ofrecer cada historia en palabra viva y entregarlos en mano mirando a los ojos que las leerían. En todos los casos siempre fue posible realizarlas gracias al generoso acompañamiento de muchas personas, entre estas, bibliotecarias, bibliotecarios, gente de áreas culturales, libreras, libreros, escritoras, escritores, responsables de bares o cafés y amistades adquiridas a lo largo de mi camino como escritor. También tuve la compañía y apoyo de toda mi familia aquí, en España mi prima Isabel y en el caso particular de Soliloquios de inquietud la fortuna de presentarla con el entrañable acompañamiento de mi hija Paola.

Para esta presentación tuve además la osadía de hacer en monólogo el soliloquio que al comienzo de la novela verbaliza uno de los protagonistas:

Café de la U, Villa Urquiza, abril de 2000, el jueves santo al atardecer:

"Renato, sobre la índole de las decisiones hay mucho para decir, hay a quienes le resulta muy difícil tomarlas, a mí, personalmente, nunca me costó hacerlo, así es que, lo que más me he reprochado ha sido aquellas que no tomé, hecho que no parecería otra cosa que una decisión equivocada. La que me resultó más desgarradora fue la de partir, luego de embarcar no me fue posible mirar atrás, cuando aquél lejano día de invierno el Ercolano emprendía el viaje yo sentía que una fuerza vital tiraba de mi espalda, arrancando jirones de mi ser que nunca recuperaría. Durante todo el tiempo de navegación miré hacia la proa, la línea del horizonte ejercía sobre mí una atracción magnética, tenía la fantasiosa sensación de que tarde o temprano la alcanzaríamos y caeríamos. Con el tiempo entendí que esa idea era análoga a la de vivir, uno sabe que está navegando para llegar inexorablemente al confín de su propio futuro y que tal vez, lo único que nos está permitido decidir es la posibilidad de enaltecer el tránsito"  Soliloquios de inquietud, José Ángel Romano, Pág. 1