Sobre el intento de ejercer un arte, la espera y la recompensa

11.05.2024

Personalmente creo que no es posible transitar el ejercicio de cualquier arte y salir indemne, sin magulladuras. En la escritura, este arte que intento ejercer, seguramente caen sobre el teclado jirones de mí mismo que luego se abigarran en el texto.

Inevitablemente se es parte de una época y, siempre, de algún modo, quien ejerce un arte lo hace al estímulo de las corrientes que cruzan su tiempo. Así es como el amor, el odio, la esperanza, las pasiones, la pobreza, las luchas, la soledad, la amistad, los ideales, la injusticia, la insensibilidad y tantas otras cuestiones de la condición humana se convierten en la argamasa con la que se intenta contar ese tiempo. Porque el intento de ejercerlo probablemente no es otra cosa que la intención de hacer una declaración testimonial del tiempo que nos toca vivir, y las magulladuras que va cosechando son las condecoraciones recibidas.

Hace unos años participé de un taller de teatro y, poniéndome en la piel de Vladimir, hice con un compañero un fragmento de Esperando a Godot, obra que me era familiar ya que había hecho algo parecido en un taller anterior. A la salida, compartiendo un café, debatíamos sobre la espera en vano. En ese sentido, él me decía que le provocaba mucha angustia no poder vivir de la actuación. Me quedé pensando un momento, y no le quité razón a su angustia, pero se me ocurrió decirle que tal vez a quienes pretendemos ejercer un arte nos llena de tranquilidad el intentarlo, que hacerlo es para nosotros estar vivos, y que tener la posibilidad y los recursos para intentarlo es en sí mismo una gran recompensa.