Reencuentro

A veces, uno abre un libro que leyó hace mucho. Entonces, con la ansiedad del reencuentro, una vieja hoja de papel doblada en cuatro se precipita desde su interior. La desdoblamos, leemos su contenido y descubrimos, entre líneas de otro tiempo, que más que doblada, ha estado doblegada. Lo entendemos al notar cómo desistimos de alumbrar aquella historia.
Y allí, en ese instante, agradecemos la noble paciencia de esa hoja que aguardó tantos años sin reproches, solo para recordarnos que aún estamos a tiempo de parir ese sueño que preservó con empeño. Tal vez no era el momento entonces, sino ahora. La mantenemos desdoblada, la ponemos a nuestro lado y comenzamos, al fin, a desdoblegarla...