Demoliendo textos

Mirando retrospectivamente el camino recorrido en mi intento de escribir, descubro, a la sombra de mis libros editados, una sucesión de textos que me acompañaron en distintas etapas. Son de diverso alcance y avanzan con ritmos propios; visten el ropaje de novelas, cuentos, relatos e incluso micro ensayos. Muchos han quedado expuestos durante años a la inclemencia del olvido. La mayoría son anteriores a mi primera novela y, en su momento, vieron la luz en Lectura para armar, mi primer blog.

A pesar del tiempo y el abandono, comparten un rasgo común: una prosa abundante, que envuelve, como un follaje espeso, un núcleo esencial. Es esa esencia la que ha sobrevivido, esperando ser desenterrada.

Al reencontrarme con estos textos, decidí emprender un ejercicio de demolición: despojar cada construcción literaria de su exceso para llegar a ese núcleo, desnudando lo que, en pocas palabras, permanecía latente.

Te invito a acompañarme en este proceso de redescubrimiento. 


Demolición nro. 1

PRESAGIO

Compartir lágrimas en aquel café era una íntima ceremonia: desvestían tristezas y vestían la mesa con poemas antiguos, sin saber que se iban convirtiendo en afluentes de un mar presagiado que los transformaría en ausencia. 

(Texto extraído de la demolición de una historia que no llegó a su fin)


Demolición nro. 2

Conjugando Caminos

En este oficio de andar caminos, de tanto en tanto, se regresa a lugares vitales y se camina sobre las propias huellas, aunque con una pisada distinta.
Si al transitar senderos interiores se observa el paisaje con mirada sensible, es posible reconocer el verbo mejor conjugado, iluminarse en unos ojos vivos, descubrir que la flor aún conserva su aroma y regocijarse con la vida nueva: esa que, por ser nueva, es libre y luce robusta esperanza.

(Texto recopilado en la demolición de un proyecto filosófico)


Demolición nro. 3

Bruma

Hay días en que un sonido huele a calle mojada, un perfume olvidado suena como una vieja canción, una mirada susurra secretos perdidos y un abrazo tiene sabor a nostalgia. Esos días, la insurrección... se vuelve un sentido.

(Recopilado en la demolición de un cuento que se perdió en la bruma) 


Demolición nro. 4

Despedida

Aquella tarde, al marcharse de la plaza, se sentía como el frágil vuelo de una hoja, que, al desprenderse de la rama, acompaña su incierto viaje con el recuerdo del perfume de la flor.


(Fragmento encontrado entre los restos de una novela que se derrumbó) 


Demolición nro.5

Agosto

En las tardes de agosto, atrapada en la última nota de una canción se desgarra la piel herida de un recuerdo, y en un lejano banco de plaza una lágrima escribe su adiós en unos ojos de papel.

(Texto recuperado en la demolición de un cuento que se quedó en silencio) 


Demolición nro. 6

Entrelíneas

"¿Sabés una cosa, Jorge? Creo que tenés razón. Quizás no sea tan difícil. A lo mejor basta con levantar la mirada, despejar el camino, borrar viejos resquemores, pertinaces culpas y veredictos que nos imponemos sin tregua. Explorar los recónditos pliegues del alma, entendiendo que, en lo puro, profundamente puro, todavía viven sentimientos por rescatar. Así, podríamos descubrir la maravilla de reivindicar el candor, dejando que unos ojos de niño nos señalen la esperanza. Y entonces comprenderemos que vale la pena intentar ser mejor persona. Eso sí, tené cuidado: no vaya a ser que te descubran haciéndolo."

Dicho esto, desapareció súbitamente de la mesa del café. Afuera, un pájaro alzaba el vuelo, dejando atrás las sombras del árbol. Me quedé siguiendo su ascenso hasta perderlo de vista. Entonces, volví a la lectura de lo que habíamos escrito, con la sensación de que, en las entrelíneas, se oculta algo que yo no había escuchado.

(Recopilado en la demolición de aquella historia que no llegó a su fin)


Demolición nro. 7

Sueño arriba

"Durante unos días, ella no vino al café. Una mañana volvió y no dijo nada hasta terminar la lágrima. Después, me tomó las manos y, mirándome fijamente, me dijo:
—¿Sabés? Lo que pasó el otro día se inscribe en uno de esos momentos fuleros que te ponen el pie. Tus ganas tropiezan, se dan de jeta contra el suelo y se embarran. Y ahí tenés que decidir qué hacer. Yo siempre elijo pararme, levantarlas y limpiarlas. Después, las pongo a secar bajo el tibio sol de la mañana. Una vez repuestas, las tomo de la mano y nos vamos caminando sueño arriba, de cara al siguiente tropezón. Me encantaría que camináramos juntos." 


(Recopilado en la demolición de un cuento que quiso ser novela y no fue nada)